Tomando un café con un amigo, el fotógrafo Carlos Vega, me contó e invitó a una sesión de fotos de modelos, "claro" dije yo, siempre que se trate de fotos ahí estoy.
Llegamos a una casona abandonada, con olor desagradable, llena de plumas y palomas muertas, se sentía la soledad e invación de un millar de palomas que hicieron su hogar lo que hace muchas décadas fue una casona de alta sociedad en Lima. Por ese motivo simplemente la llamé la sesión "El Palomar".
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